LÍMITES DEL HUMOR 1: CONTEXTO.

Desde la antigua Grecia, el bufón era el encargado de entretener en la corte diciendo todo tipo de cosas a los poderosos, muchas de ellas, las que nadie se atrevía a decir en voz alta.¿Qué tiene el humor que permite que se pueda hablar de ciertos temas sin que cause problemas? Primero de todo, qué es ficción. La ficción está ahí para que nos enfrentemos a distintas situaciones en un contexto imaginario.
Por lo que debería  ser un  lugar sin límites. ¿acaso tiene límites la creación de la tragedia, de la épica, de la aventura, de la poesía? No.
Freud decía que el humor sólo es bueno cuando nos permite construir un relato sorprendente y liberador de nuestros traumas individuales y colectivos. Esta catarsis colectiva es la que se da en el humor negro. El humor es como la lógica-filosófica, es un apartado de la filosofía porque justamente lleva a las personas que están escuchando un chiste a la parte ilógica que la revisa y, por lo tanto, nos sirve como conocimiento de la realidad.
El problema que tenemos en España es que las décadas de represión que hemos tenido sólo han permitido florecer dos tipos de humor: la parodia del débil y el humor absurdo. Pasando por todos los años de censura férrea que trajo consigo el golpe de Estado de Primo de Rivera, donde salirse de lo que establecía la dictadura suponía, como mínimo, una visita a la policía.  La multa estaba asegurada, y el secuestro y cierre de periódicos en la cuerda floja. Aunque la Ley de Prensa de 1966 permitía una cierta reapertura y se podía abordar cualquier tema, era posible siempre y cuando el poder no se viese seriamente dañado.
La parodia del débil nunca es cómica, el humor debe enfocarse hacia arriba, hacia el poder, para desmitificarlo y humanizarlo. El humor, cualquier tipo de humor, es un pacto tácito entre el cómico y el oyente.Si no tenemos el contexto, el pacto tácito desaparece y el mensaje se malinterpreta. Por eso son tan peligrosas las redes sociales, ya que con estas un chiste puede viajar ahora fuera de contexto a cualquier parte del mundo y percibirse de otra manera, generar allí un sentimiento de indignación y que esta reacción regrese, con la misma rapidez, a su lugar de origen.
Pero dentro de este mundo de humor satí ¿dónde estableceríamos los límites? Podríamos decir que el humor tiene cuatro límites: la ley, la moral, los grupos sociales y las personas individuales. Por un lado, el límite moral lo pone el público, no la ley, porque si la ley pone límites, probablemente se aplique a según quién. Además, la ley tiene el problema de que protege a la inversa; los grupos más desprotegidos, al tener menos defensas, son los más posiblemente atacados.
El humor es ficción y, en una sociedad madura, esta no debería tener límites. Pero como también deberíamos poder dejar la puerta de nuestra casa abierta o el dinero en una caja de ahorros. Las líneas rojas del humor son vagas y cambian dependiendo del tiempo, lugar y tolerancia del propio país. No somos menos tolerantes que antes, sino que los tabúes cambian. Por ejemplo, nunca antes habíamos escrito tanto sobre nuestra clase política, la monarquía o el nacionalismo.